Con el paso del tiempo, reinaron varios reyes. Uno de ellos, se llamaba Numitor. Él tenía un hermano, Amulio, y por no saber solucionar correctamente sus problemas, su relación era muy mala. Hasta el punto de robarle la corona y destronarle de su reino.
Alba Longa empezó a ser gobernada por Amulio. Y para que no le quitasen la corona, mandó matar a sus sobrinos, los hijos de Numitor, y a su sobrina, Rea Silvia, la hizo sacerdotisa para que no tuviera descendencia.
Sin embargo, El Dios Marte, se enamoró de Rea Silvia, y ambos acabaron teniendo dos hijos: Rómulo y Remo...
Ella, muy apenada, tuvo que dejar a sus dos hijos en el río Tíber para que Amulio no les matase (al igual que les pasó a sus hermanos). Y de este modo, ambos hermanos, fueron atravesando el Tíber, hasta que una loba les encontró en la orilla. Esa loba, de nombre Luperca, les confundió con dos lobeznos, y les crió y cuidó.
Cuando Rómulo y Remo crecieron, se enteraron realmente de quiénes eran: los descendientes directos de Numitor, el Rey de Alba Longa. Y decidieron recuperar la corona que les pertenecía.
Tras una gran pelea, consiguieron entregar la corona a su abuelo Numitor. Éste, en agradecimiento, les permitió fundar una nueva ciudad...
Rómulo y Remo no se ponían de acuerdo en qué lugar ubicarla, por ello, decidieron que las águilas fuesen las que eligiesen el sitio definitivo. El monte que más águilas tuviese, sería el lugar elegido.
Y de esta forma, nació Roma. Una gran ciudad, que enseguida empezó a prosperar...
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